El legado de Lagos el Pequeño

Hermógenes Pérez de Arce es el más delirante y por lo mismo, el más valioso de los representantes de la derecha chilena, que en el resto del mundo se llama ultraderecha. En medio de una realidad postiza y contradictoria, la locura del columnista de El Mercurio alcanza a ratos una lucidez sin precedentes. Es por esto que no debe sorprender que fuera él el primero en notar el razgo más sobresaliente del prepotente y proclamado (¿por quién?) estadista Ricardo Lagos. Fue Hermógenes quien lo bautizó como Ricardo I. Detras de esta humorada, que segurmente apuntaba a la evenutal fundación de una nueva dinastía en la política de esta fértil y señalada provincia, que se sumara a la de los Errázuriz, Montt, Alessandri y Frei, que dicho sea de paso, aparece ya como acertada profesía tras el nombramiento del aparecido retoño Lagos Weber como ministro general del gobierno de Bachellet. Pero volvamos a nuestro punto, detras de esto hay un acierto histórico profundo, el verdadero legado de Ricardo I, "el Pequeño". Lagos, logró realizar el mito portaliano, o mejor dicho edwardiano -no por el rey inglés, sino por el autor de la Fronda Aristocrática- de que la autoridad debe estar más allá de toda contingencia, se puede discrepar del gobierno pero no de su poder. En otras palabras, Ricardo I consumó la más profunda y ansiada reforma constitucional de los conservadores: separó la figura del jefe de Gobierno de la del jefe de Estado, fundado así una curiosa monarquía electiva, donde la responsablidad recae sobre sus ministros (cuando recae efectivamente en alguien). Si no ¿cómo explicar que los actos de corrupción más flagrantes de los 16 años de gobierno de la concertación no hayan ni rozado al ex-presidente, aun cuando es evidente que estuvo involucrado en ellos? y es más, ¿cuando todos sabemos que se usaron fondos fiscales para su campaña? ¿cómo explicar que el país endose todas las maravillas macroeconómicas al presidente y todas sus micromiserias al vecino?
Ahora bien, podría alguien decirme que es cierto esto en el caso de Lagos pero que no implica se haya modificado la constitución material... mi respuesta sería sencilla: tiene usted razón -diría-, es posible que me equivoque, pero dígame, ¿no le llama la atención que Bachelet, que ha incumplido escrupulosamente una a una de sus promesas electorales (comenzando con la criminalización de las demandas de los pobladores de Peñalolén, pasando por el respaldo en la aplicación de ley antiterrorista a los mapuche y enviando un etnocida "reconocimiento constitucional" al congreso, sumado a sus comisiones ciudadanas sin ciudadanos y todo lo que vendrá con ellos) tenga más popularidad que cuando comenzó hace semanas, su mandato?
En fin, ya no nos preocupa quién sea el presidente, sino quien gobierne ellos, o nosotros.

¡El futuro es Nuestro!